Nuevamente se recurre al sector privado, en lugar de reforzar la Atención Primaria, tal y como vienen reclamando los colectivos profesionales.
Según la Unidad responsable de la Estadística del Gasto Sanitario Público, dependiente de la Secretaría General de Sanidad del Ministerio de Sanidad, en su último dato disponible del año 2018, ya se muestra la Comunidad de Madrid como una de las tres comunidades con menor gasto sanitario público, con un gasto de 1.274 euros por habitante, sólo por delante de Andalucía (1.212 euros por habitante) y por detrás de Canarias (1.399 euros por habitante).
Cuando estemos frente a los datos del 2020, no sería de extrañar que esta infrafinanciación del sistema público de salud se haya profundizado.
Con los Sanitarios en la calle, reclamando por mejores condiciones para el desarrollo de su tarea de cuidados, en plena crecida de la curva de contagios post-navidades, apenas el 5% de las dosis proveídas han sido administradas en la Comunidad de Madrid.
Nada de esto es disfuncional al plan de gobierno que lleva adelante la actual Administración autonómica. Nada es una desviación de los objetivos, todos ellos al servicio de un capitalismo de amiguetes; ese paradigma tan característico de las administraciones neoliberales, consistente en forrar a unos pocos con los recursos de todos, tirando de fondos públicos para alimentar sus negocios.
Que nadie se llame a engaño, ni Ayuso ni Aguado son torpes milenials desbordados por su inexperiencia institucional o su enciclopédica ignorancia política. Son los participes necesarios del delito de prevaricación, imprescindible para profundizar el modelo de saqueo en un momento en que la emergencia de lo inesperado clama a gritos ir en la dirección contraria.
Lo llamativo es que, salvo los colectivos directamente implicados en la economía de los cuidados, asistimos perplejos e inermes al espectáculo de la devastación de un sistema que se llevará mas temprano que tarde nuestras vidas por delante.
La oposición en la Asamblea, mas allá de las interpelaciones en un tono más o menos bronco, parece asintomática. El Profesor Gabilondo, del cual lo más significativo que conocemos es que no es Iñaki, ni está ni se le espera.
Una vez más, somos nosotros, la ciudadanía de a pie, a través de sus redes y de sus organizaciones la que debe tomar las riendas de la lucha por lo común. De no acudir al llamado, la COVID, o una próxima pandemia, será la tumba de muchos, y la tumba de estas pestes no será Madrid.